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¿El amor a muerto o Cupido se fue de caza? (I parte)

Publicado: 2012-04-08

Decir que el cielo se hace pequeño, cuando elevo mi mirada y surge el recuerdo de tu sensualidad, no hace sino, evocar momentos bellos que alguna vez vivimos; esos momentos que estimulan el recuerdo de tu cuerpo casi perfecto, maquillado por el sol; tus labios que son lujuria, no son sino el tormento que día a día martilla mi corazón.

En el silencio, tus recuerdos gritan y el amor hoy, se convirtió en obsesión…

Solo basto sentir el roce de su piel, para sentirme realmente enamorado y es que cuando conoces a la persona con la que siempre soñaste, la idealizas y no haces caso a la razón.

Domingo en la noche, una discoteca, un hombre solo, un hombre con ansias de amar.

No exagero al decir que su cuerpo delgado y bien formado, era motivo de pensamientos libidinosos en más de uno, quizá la fortuna esa noche estuvo de mi lado, pues aún recuerdo como nos fusionamos entre sudor, risas y clamores; su sensualidad me excitaba, sus labios me estimulaban y al oír algunos gimoteos, enardecía mi espíritu de amar.

Hoy salgo en busca de aventuras y no hago más que pensar en aquel célebre momento. ¿Es acaso la obsesión lo que me frena e impulsa a seguir enamorándome y amando?

Ahora estoy buscando la solución y frente a una taza de café, se aparece Fernando; como buen amigo y experto en estas lides del desamor se apresta a darme la receta para olvidar a ese ser amado del cual estoy ilusionado… Un conjuro es lo que necesitas, para seguir con tu vida (me dijo), uno que eleve tu espíritu y lo convierta en un ente libre para amar:

Libéranos de lo que nos ata,

Con la magia negra que se desata,

Llamamos aquel que nos cura,

Que sale de la noche obscura.

Este sortilegio, dicho con entera creencia, a la luz de las estrellas e iluminado con una vela negra, parece ser la solución perfecta. Me ataba un amor imposible y la magia negra parecía era la solución, un desligue que me de la cura y así poder disfrutar de una vida llena de locura. Sin embargo, Lima es una ciudad sin estrellas, una ciudad gris, apagada y con poco brillo. Mis esperanzas se desvanecen, sin embargo Fernando me dice: ¡Loco! Vamos a la discoteca…

Bien dice el viejo y conocido refrán: “Un clavo, saca a otro clavo”

Cerca de donde estábamos, existe una calle muy concurrida, llena de bares, bullicio y gente; un lugar por demás alentador y excelente para unos previos. Las cervezas van y vienen, la conversación toma otro giro, ya no hablamos de mi desventura, ahora hablamos de sus andanzas y despierta en mi, nuevamente, esa curiosidad por lo prohibido, por la aventura.

Caminamos pocas cuadras y ahí estábamos, en aquel templo de la perdición, aquel lugar donde en algún momento pase horas gratas de mi vida, entre alcohol y música estridente, música que no acabo de entender, pero que a la gente joven le divierte.

Aparento tener menos edad de la que en realidad tengo, mi madurez todavía no aflora, soy de esos que se divierten sin pensar en las consecuencias y hasta el amanecer. Ahí estábamos, parados en la barra, con un par de cervezas y dispuestos a compartir e intercambiar sexo por alcohol. Varias veces me lo dijeron, suelo ser un tío guapo y simpático, que para cosas de flirtear no es necesariamente lo mismo. Suelo adoptar una posición de persona interesante e interesado en alguien más. La presa no tarda en llegar, cruzamos miradas y alguna sonrisa cómplice, para inspirar confianza, regalo ese sutil gesto y con eso doy pie suficiente para podernos acercar.

En realidad nunca me acerco, hago que vengan a mi; así en mi terreno es mas fácil poner las reglas de la plática y del juego, para poder engatusar y enamorar. Fernando me dice: ¡SOS terrible, nene! Con un dejo medio argentino que le quedo de un viaje que hace mucho tiempo hizo por Buenos Aires.

Hola, soy Cristóbal (le digo).

Me dice su nombre, pero no tomo atención, en vano sería recordarlo, pues conociéndome, se que a los pocos minutos lo olvidaré. Le sirvo un poco de cerveza y le digo: ¡Salud! Tienes una mirada encantadora. Al final de esa frase, que por más trillada que suene, siempre hacer sonreír, siempre a de halagar.

Preguntar cualquier cosa en voz baja y un poco alejado, hace que se acerque para que me escuche mejor. Es oportuno el momento, para susurrar nuevamente algo al oído y con una voz suave decir algo como: eres increíble, desde que te vi, no sabía como buscar el momento para acercarme a ti.

Entre copas que van y vienen, intercambiando miradas y sonrisas, es momento para con una mano tonta, tocar discretamente (casi sin quererlo y de pura casualidad) sus dedos, sentir su piel.

No recuerdo su nombre, pero su reacción al sentir mi mano, me hizo saber que me deseaba tanto como yo… voy al baño, le digo.

Quizá quería sentir un beso, sin embargo eso lo guardo para el gran final.

Ya de regreso, le comento: estoy algo cansado y le pregunto: ¿Tú, no?

Inevitablemente responderá: ¡Algo! o ¡También!

Por suerte vivo en un pequeño departamento, en el centro de la ciudad.

Le digo: si quieres te dejo en tu casa, de ahí yo me voy a dormir; mas bien, ¿Cuando te volveré a ver?...

Con la conversación le demuestra que tengo interés de que nos sigamos viendo, luego de un rato y pactada la fecha le digo, ¿Nos vamos?, ¿Te volveré a ver?

Y me dirá… ¡Vámonos!, ¡Claro que si, te volveré a ver!

Quizá en un gesto de desesperanza le robe un pequeño beso, que de ser correspondido, me asegurará una noche de sexo y placer.

Ya en el taxi, le digo: pasamos por mi casa, pues tengo que cargar mi celular, sacar dinero para el taxi de regreso y así aprovechar un rato más para conversar.

Mi pequeña sala, tiene un sillón mullido, de esos que llaman: chaise longue… estos son, lo suficientemente alargados y cómodos, como para albergar a dos personas y que por su diseño, antes que a sentarte, te invita a fantasear.

Espérame, en un minuto regresaré.


Escrito por

criguez

en un año sabático, tratando de nutrirme y escribir ¡¡¡


Publicado en

unicornio multicolor

Una ciudad gris como Lima, ¿Es escenario propicio para encontrar el amor?